Isabel Antúnez, directora de la ONG Nadiesolo, se sienta en Haciéndote Preguntas para hablar del problema de la soledad no deseada.

Isabel Antúnez dejó hace tres años la dirección de una gran empresa para ponerse al frente de la fundación benéfica Nadiesolo dedicada al cuidado de personas mayores. Se encarga de la gestión de más de 2.000 voluntarios que anualmente acompañan a más de 60.000 personas de edad avanzada en situación de soledad, en riesgo de exclusión, ingresadas en un hospital o con discapacidad intelectual. La ilusión de un abuelo o la alegría en los ojos de un enfermo son su mejor premio.

En Nadiesolo son conscientes de que las cifras de soledad están subiendo, por lo que han reforzado sus programas de voluntariado con personas mayores. Ya lo hicieron durante el confinamiento. Antúnez lo sabe porque, más allá de su trabajo en la gestión de la ONG, se encargó personalmente de hacer y llevar la compra a varias personas en Madrid. La directora de Nadiesolo anima a la sociedad a aportar su granito de arena por un mundo mejor. Una hora del tiempo de cualquier persona le puede alegrar la vida a otra que esté viviendo una de las caras más amargas de la vida, la soledad.

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#Voluntariado #PersonasMayores #cuidadospaliativos

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TRANSCRIPCIÓN:

Hola soy Isabel Antúnez, directora general de la ONG Nadiesolo y vengo a Haciéndote preguntas a hablaros de la necesidad de cuidar a las personas mayores

– Mis abuelos son muy importantes en mi vida, ¿crees que hay gente que no lo ve así?

– La mayoría lo ven como tú, que disfrutan y piensan que sus abuelos son muy importantes. Además, es que tus abuelos te dejan hacer cosas que tus padres no te dejan, te permiten caprichos, te guardan los secretos, te enseñan cosas diferentes. Lo que ocurre es que, también es verdad, es que hay mucha gente que no puede disfrutar de sus abuelos porque o viven lejos o han fallecido. Entonces tú tienes la suerte de poder disfrutar de ellos. Es un privilegio así que aprovecha todo lo que puedas.

– Yo cuando no sea algo se le pregunto a mis abuelos. Siempre tienen la respuesta.

– Sí, es como ir a una clase de historia pero divertida. Porque los abuelos te cuentan las cosas como si fuese una película, de estas que pone al final que estaban basadas en hechos reales, en la que tu abuelo o tu abuela son los protagonistas. Con lo cual la historia es mucho más cercana, es más apasionante como la como la vives. Además cómo han vivido mucho tiempo tienen una gran experiencia y te van a transmitir siempre que las cosas hay que darles la importancia necesaria, en su justa medida, y además una cosa muy importante que ven las cosas desde el lado positivo y te van a transmitir siempre lo bueno.

– Isabel la ONG se llama a Nadiesolo, ¿es la soledad no deseada un problema para la salud pública?

– Sí que lo es. Fíjate, en España hay más de 2 millones de personas mayores de 65 años que viven solas. Tres cuartas partes de ellos, mujeres. Y viven solas no porque quieran, sino porque no les queda más remedio. El sentimiento de soledad te provoca mucho daño físico, te lleva a estados de depresión, de ansiedad, intentos de suicidio, problemas cardiovasculares… Aunque la gente no se lo crea la soledad te enferma.

– Cuéntame qué hacéis en la ONG

– Fíjate en Nadiesolo contamos con casi 2.000 voluntarios. 2.000 voluntarios que se dice pronto. Que todas las semanas prestan al menos dos horas de acompañamiento a personas que sufren soledad no deseada. A lo largo del año acabamos acompañando a 60 mil personas. Acompañamos a personas enfermas, en hospitales o en sus casas. Acompañamos a personas con discapacidad intelectual que intentamos que puedan disfrutar de un ocio inclusivo con otras personas, con familias, y un ocio de calidad. También acompañamos a personas que viven en centros de acogida, personas sin hogar, que necesitan sentirse que son importantes, que valen. Así que, Begoña, te animo a que a que mires qué opciones hay. Porque gente como tú hace falta, gente que pueda ver cómo puede aportar su granito de arena para hacer voluntariado en cualquiera de nuestros programas o en los de otras organizaciones, que hay muchísimas, que están ahí facilitando que la gente no se sienta sola.

– ¿Ves necesario que al menos una vez en la vida hagamos voluntariado?

– Lo creo totalmente necesario, pero cien por cien. Cuando haces voluntariado tú aprendes a ver las cosas, y sobre todo a las personas, de otra forma distinta. Le das una dimensión mucho más trascendental a cada situación, a cada ser humano con el que te cruzas. Cambias, cambias como persona y eso hace que los demás tengan una vida mejor, que tú seas más feliz porque estás facilitando que los demás tengan una vida mejor. Y si todos sumamos en ese voluntariado, al final lo que vamos es creando una sociedad mejor.

– ¿Qué te lleva a abandonar tu vida profesional anterior y embarcarte en el voluntariado?

– Pues mira después de 25 años trabajando en una gran empresa noté que necesitaba algo distinto, necesitaba cambiar. Una cosa que tenía clarísima es que yo quería hacer voluntariado y con eso me topé con la ONG Nadiesolo. Cuando me conocieron me dijeron pues es que quizá lo que nos vendría bien es que nos ayudases en la parte de gestión, en la sede, ayudando a que otros hagan, no sólo haciendo, sino haciendo que otros hagan. Y bueno, pues cada uno tiene los talentos que tiene, que si ahora me piden esto pues ahora hago esto y luego ya iremos viendo. Y bueno, al final después de tres años ahí estoy, aportando y aprendiendo todos los días. Porque una cosa que he tenido es que no he parado de aprender. Aprendo de las personas. Tengo una satisfacción increíble, porque trabajo con y para las personas.

– En tu opinión, Isabel, ¿está la sociedad actual capacitada para dar asistencia a las personas mayores?

– Yo creo que todavía falta, que no estamos al nivel que deberíamos estar. Las instituciones hacen muchas cosas, pero todavía falta tener una respuesta más eficiente para llegar a tanta población mayor. También pasa con las familias. Muchas veces no tienen la capacidad o el tiempo para cuidar y atender adecuadamente a una persona mayor que tienen en su entorno. Una de las soluciones que ha habido ha sido el tema de las residencias. Las residencias son necesarias y es una solución válida. Pero no siempre. No siempre es la mejor para la persona. No todo el mundo, además, puede acceder a una residencia. Yo creo que es importante que todos hagamos una revisión, una revisión de cómo afrontamos la situación de los mayores, que tengamos un cambio de visión de lo que es ser mayor y que incluso los mayores se empoderen y se valoren de una forma más adecuada.

– ¿Y qué dicen los afectados, las personas que reciben las visitas de los voluntarios?

– Pues las personas afectadas lo que dicen es que los voluntarios les dan la vida. Tienes cantidad de ejemplos, desde una señora que al principio cuando empezaron a ir los voluntarios a verla, pues un poco como que no atendía, como que sabía –dentro de su situación– se había desconectado de la relación con los demás, tenía puesta la tele… Y el rato de compañía que estaban ahí los voluntarios pues parecía que no atendía mucho. Pero al cabo de unas cuantas semanas, esta señora cuando llegaban los voluntarios apagaba televisión. Y luego llegan y decían: “se ha pintado los labios”. Le volvía a salir la coquetería. Y le preguntaban y decía: “No, es que para mí es el día importante de la semana, cuando venís a vermec porque siento que tengo alguien a quien le importo. Al final las relaciones que se construyen son muy duraderas, son de amistad. Tenemos un usuario que es un señor mayor, cercano a los 80 años, que casi no ve, que fue pintor, que está completamente solo y ahora, además, tiene poca vista. Pues desde hace dos años le acompaña un chico joven que va todas las semanas con él y que le está contando toda su historia y el chico lo que hace es transcribirla. Está escribiendo las memorias de la persona mayor. Entonces, le ha cambiado la vida, de estar completamente solo, a tener alguien que viene, que se preocupa, que me pregunta, que se interesa por lo que he hecho. Es una relación impresionante.

– Al principio de la pandemia escuchábamos lo de “no pasa nada, esto sólo afecta a la gente mayor”.

– La pandemia ha sido una situación que nos ha puesto de relieve muchas cosas. Cosas tan tremendas como lo que estás diciendo, que lo que han demostrado es que teníamos un gran desinterés por lo que le pasaba a las personas mayores. Como que el problema, sí solo afecta a los mayores, no es tanto problema. Parecía que los que tenían que cuidarse eran los mayores. Y además que se cuida sin ellos. Que no estaba dentro de la responsabilidad de todos el hacerlo. Pues cuando llega la pandemia y el primer el confinamiento este tan brutal, nos llamaron desde una chica de Valencia que tenía su madre, que vivía en Madrid, y que no tenía quien le llevase nada. La amiga o vecina que la estaba ayudando hasta ese momento se había contagiado y ya no podía hacerlo. Y nos llamó nos llamó y dijo: “oye, ¿podría alguien echarle una mano a mi madre? Porque yo no puedo ir desde Valencia” Y bueno, en este caso me cargué yo personalmente. Y te llama la atención de cómo vivimos en una sociedad en la que cuando llegas a la casa de esta persona pues ves que hay muchísimas otras viviendas, pero esa persona está sola y no nos hemos preocupado. Y que cuando se termina la pandemia –esa persona a lo mejor no porque tiene a su hija–, pero hay otras muchas personas que van a seguir estando solas y que sufren por estar solas.

– ¿Qué podemos hacer entre todos para acabar con el problema de la soledad en la tercera edad?

– Pues mira yo creo que podemos hacer, fundamentalmente, tres cosas. En primer lugar hay que respetar las decisiones de cómo quieren vivir esas personas, siempre que puedan. No podemos decidir por ellos. Hay personas que necesitan seguir manteniéndose en su casa, tener sus cosas alrededor, tener su autonomía. Tenemos la tendencia de cuando acompañamos a nuestras personas mayores a hacerles planes, los planes que a nosotros nos vienen bien, lo que nosotros nos apetece, lo que nos encaja, y no estamos pendientes de lo que ellos realmente necesitan. Otra segunda cosa que te diría es que tenemos que tratarles como personas mayores que son. No infantilizar, que es otra tendencia que tenemos mucho. Y luego, por otro lado, que es fundamental, y está al alcance de todos, cada uno en su entorno, en su medida, es estar con ellos, estar ahí, donde nos necesiten, acompañarles, escucharles, preocuparnos por ellos.

– Sabemos sobradamente que es muy beneficioso envejecer activamente y que los mayores se sientan útiles. ¿Qué actividades les recomendarías tú a las personas mayores en este sentido?

– Yo lo primero que recomendaría es que dejásemos de pensar en nosotros mismos y pensásemos en los demás. Eso al final nos mueve a desarrollar actividades y hacer cosas que nos van a llenar de vitalidad. Es importantísimo, todo el mundo lo dice, que tenemos que cultivar nuestras aficiones, nuestros hobbies, mantener una red social que te permita relacionarte incluso aunque luego te toque de vivir solo. Pero al final donde tú te sientes realmente pleno es cuando estás aportando y ayudando a los demás. Y ahí te sientes activo y envejeces con más calidad.

– Isabel, en tu opinión, desde tu experiencia, ¿qué es lo que más valoran las personas mayores cuando se van acercando al final de sus vidas?

– Mira hay una realidad que es que desde que nacemos, empezamos a morir. Y si no hay ningún accidente, ninguna enfermedad prematura, que te haga morir antes de tiempo, la realidad es que todos nos vamos haciendo mayores. Y según nos hacemos mayores damos mucha importancia a la salud y a la autonomía. Y buscamos no tener dependencia tampoco en la última etapa que puede ser además muy larga. Pero eso es en el terreno físico-material. Yo creo que lo que más valoramos es en el terreno espiritual, que es tener alguien con quien compartir tu tiempo, tus pensamientos, tus preocupaciones, tener a alguien que se preocupe de ti, de saber si estás bien. Y al final lo que buscamos es saber que somos importantes, que tenemos un valor único como persona.

– Sabemos de tu mucho y buen trabajo con las personas mayores, pero me gustaría preguntarte: ¿estas personas mayores que te aportan a ti?

– Pues me aportan muchísima felicidad. Hace tres años, cuando empecé a desarrollar esta actividad, nunca imaginé que podría sentir lo que siento cada vez que veo a los voluntarios en acción, cuando veo la generosidad… ese ser alguien importante en la vida de las personas mayores a las que acompañan, cuando veo la cara de esas personas mayores, que lo que significa para ellos tener a los voluntarios que están pendientes de ellos. Lo mismo cuando tenemos los programas con personas con discapacidad: la ilusión, la cara, los ojos de las personas, es el mejor premio para lo que hago. Lo que me da es felicidad.

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