María Mayo Justel ha trabajado los últimos diez años como misionera en un centro ecuménico para niños en Kiev. La Embajada Española la evacuó de urgencia junto a otras hermanas de la Congregación de Santo Domingo ante el estallido de la guerra. Dolida por el conflicto, pero esperanzada por la paz, urge a la población a ayudar a los ucranianos a través de Cáritas Internacional.
María Mayo Justel hace una pausa durante la grabación de Haciéndote Preguntas para hablar por teléfono con Ucrania. Está preocupada por la gente que ha dejado en Kiev tras ser evacuada de urgencia por la Embajada de España el 24 de febrero. Esta misionera dominica tardó 56 horas en llegar a Polonia desde la capital ucraniana en coche. El Grupo Especial de Operaciones (GEO) acompañó durante el trayecto a hermanas, voluntarios y residentes del centro ecuménico “Dim Ditey” (Casa de los Niños) en el que María trabaja desde hace diez años. Lo llamaron “el viaje de las botas puestas” porque no se pudieron quitar el calzado en tres días.
Ahora está a salvo en Madrid, pero mantiene la mente y el corazón en el país en guerra. De hecho, reconoce que llora todos los días. “Hay días que me duele la mano de sostener el móvil para tener noticias de Ucrania”. Lo dice justo después de saber que una familia se refugia actualmente en la Casa de los Niños de Kiev. Aquello no es una escuela ni un orfanato. Es un centro al que iban los menores al acabar el colegio antes de que estallase la guerra. Especialmente en invierno, cuando los termómetros pueden marcar 35 bajo cero. Las misioneras de la Congregación de Santo Domingo les ayudaban a hacer los deberes y les daban clases de español, hacían talleres de teatro o jugaban al ajedrez. Los niños ya no están. Han huido del país con sus padres y es posible que nunca vuelvan. “La guerra de Ucrania para mí no son las noticias del periódico, son mis niños del centro de acogida”, comenta María con tristeza.
La hermana dominica ha pasado ya cinco guerras. Esta es la sexta. Vivió los dos conflictos armados del Congo o las guerrillas de los cárteles de la droga en Colombia y mantiene intactos los recuerdos. Por ejemplo, cuando le informaron de la muerte a tiros de un sacerdote en Medellín al que iba a ver para confesarse. O cuando en Kinsasa le pusieron una bayoneta en la cara y se enfrentó al guerrillero al grito de: “¡No me toques, que soy de Dios!”. Consciente de la creciente escalada de violencia a nivel mundial, llama a la población a solidarizarse y prestar ayuda. “Hay muchas otras guerras en la actualidad de las que no se habla”. Se refiere a los enfrentamientos por diamantes y coltán en el continente africano, al conflicto de Yemen o a Afganistán.
”Los GEO fueron nuestros ángeles de la guarda"
María Mayo
“La vida misionera es volver a empezar”. Esa es la máxima por la que rige su vida María, que nunca abandonó un territorio en guerra. Esta vez, la Embajada de España le apremió a dejar Ucrania pese a que no tenía miedo. Según su relato, la evacuación fue un cóctel de dolor y esperanza por lo que dejaba atrás y por lo que estaba por venir. Un viaje terrible en el que también hubo espacio para el amor: “Los GEO fueron nuestros ángeles de la guarda durante el camino”. Ese fue uno de tantos ejemplos de que “la fuerza de la vida es la fuerza de Dios y no la para nadie”.
Para que el pueblo ucraniano vuelva a empezar, la hermana dominica hace un llamamiento a la solidaridad sensata: Ayuda y donaciones a los ucranianos a través de Cáritas Internacional, ropa y alimentos no perecederos principalmente. Ella, a sus 72 años, volverá a Ucrania en cuanto pueda: “El mundo necesita jóvenes, pero también abuelos”.