La búsqueda de justicia y libertad llevó a San Gil a situarse en primera línea política del País Vasco durante los años más duros de la lucha contra el terrorismo etarra compaginando su trabajo con el cuidado de sus hijos y hoy continúa defendiendo la memoria de las víctimas. Como ella dice, “el dolor permanece, pero la historia no debe olvidarse”. La banda terrorista asesinó a su lado a Gregorio Ordóñez el 23 de enero de 1995. Comían juntos en un restaurante con compañeros del Ayuntamiento cuando un terrorista le pegó un tiro en la nuca al entonces teniente de alcalde y presidente del PP en Guipúzcoa.

Los primeros diez años de sus hijos los vivió rodeada de escoltas y cambiando de rutinas cada día para no sufrir un atentado de ETA. “Era un riesgo hacer actividades cotidianas con mi familia, hasta el punto de que les contaba los cuentos por teléfono a mis hijos”. Lejos de amilanarla, la dureza de la situación, le hizo crecerse y trabajar más por el bienestar de la sociedad vasca con el terrible recuerdo del asesinato de Gregorio Ordóñez compartiendo con ella mesa y mantel. “Nadie está preparado para ver matar a nadie, pero no podíamos replegarnos en casa porque entonces ETA ganaba doblemente”.

Para la expresidenta del PP en el País Vasco, la educación, especialmente en el colegio, juega un papel fundamental en el mantenimiento de la memoria colectiva y en un “correcto” relato de los hechos que distinga entre víctimas y verdugos del terrorismo. Por eso, apuesta por llevar a las aulas la historia más reciente del País Vasco con el apoyo de algunos testimonios que narren el ambiente hostil y la soledad que se cernía sobre las víctimas de la banda terrorista en los ochenta y los noventa. “Es fundamental la tarea de la comunidad educativa para contarles la verdad a los más jóvenes. Hoy en día algunos quieren imponernos un relato falso y equívoco sin malos ni buenos, aunque estoy convencida de que al final triunfará la verdad”.

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