La vacunación contra la COVID-19 avanza a contrarreloj en el mundo. En este mes de julio se han administrado más de 30 millones de dosis diarias, según datos recopilados por la Universidad de Oxford. Esta es la foto fija de un momento histórico en que la humanidad ha hecho un esfuerzo sin precedentes, un hito conseguido gracias a la colaboración de los científicos, la industria farmacéutica y las autoridades sanitarias. Humberto Arnés, director general de Farmaindustria, se ha sentado en los sofás blancos de ‘Haciéndote Preguntas’ para responder a las inquietudes de nuestros cinco invitados, que son, a su vez, las de muchos en todo el planeta.
Cuando empezó la pandemia, los científicos advirtieron de que el desarrollo de una vacuna se podría demorar entre ocho y diez años. Sin embargo, solo diez meses después, no uno, sino varios laboratorios presentaron sus vacunas. Estaban listas y probadas con todas las garantías para comenzar a inmunizar a la población mundial.
Han sido meses intensos en los que ha cambiado el mundo, y también la ciencia. Según Humberto Arnés, director general de Farmaindustria, han concurrido dos aspectos para alcanzar este logro inimaginable hasta el momento: la colaboración entre todas las partes concernidas y la participación de un gran número de recursos económicos, humanos y técnicos. “Pero además, para conseguir este objetivo, no ha quedado más remedio que trabajar 24 horas al día y 7 días a la semana”, añade.
#HaciéndotePreguntas
Sin embargo, esta asombrosa rapidez no ha restado ninguna de las garantías de seguridad y salubridad que tienen las vacunas hasta ahora desarrolladas. “Hemos reducido el tiempo, pero no las pruebas para poder garantizar la eficacia y seguridad de estas vacunas”, asevera.
Normalmente, cuando se desarrolla un fármaco, las fases se suceden de manera secuencial y, al final del proceso, se somete todo a la agencia regulatoria. La diferencia en esta emergencia ha sido que, a la vez que se iba finalizando cada etapa, se controlaba el proceso y se procedía a su aprobación o desestimación.
Para el director general de Farmaindustria, las vacunas no solo son seguras, sino que también “son baratas”, las del coronavirus y también el resto de las que el sistema de salud recomienda. Por ejemplo, vacunar a un niño contra el sarampión no cuesta más de un euro. Datos de un informe elaborado en 2020 por la Dirección General de Salud Pública apuntan que no vacunar sale caro y, además, repercute directamente en los sistemas sanitarios.
“Por cada euro invertido en una vacuna se estima que la sociedad ahorra 20 euros”, asegura Arnés. El coste – beneficio de las vacunas contra la COVID-19 se aprecia especialmente si se compara con el precio de una mascarilla, las pruebas diagnósticas o la hospitalización de un paciente que haya contraído la enfermedad. Las distintas marcas de vacunas contra el coronavirus cuestan entre 2,5 y 20 euros, en función de la tecnología utilizada.
La industria que lidera Arnés desde Farmaindustria también ha demostrado su músculo en esta crisis. España ha sido líder europeo en ensayos clínicos para tratamientos contra la COVID-19 y los cuartos a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
”La colaboración entre instituciones ha logrado reducir el tiempo de desarrollo de la vacuna del coronavirus de diez años a uno, con todas las garantías de seguridad ”.
Humberto Arnés
Desigualdad en el acceso a la inmunización
En el mes de julio más del 25% de la población mundial ha sido vacunada, mientras que solo el 1% de las personas en países con bajos recursos ha recibido una dosis. “Hay una obligación ética para que los países más desfavorecidos tengan también vacunas. Además hay un componente pragmático porque si no nos vacunamos todos, no vamos a estar seguros”, asegura Arnés. Para ello, Farmaindustria colabora con la iniciativa Covax, liderada por la OMS, para facilitar vacunas a los países más desprotegidos. Hasta el momento, Covax ha entregado cerca de 40 millones de dosis en 102 países. Y su objetivo es llegar a 2.000 millones de dosis a finales de este año.
A pesar de estar transitando un duro momento histórico, Arnés dice que hay una serie de motivos que se conjugan para el optimismo. “Los avances en investigación biológica básica en el ámbito celular y genómico, unidos a los desarrollos de la inteligencia artificial, nos abren nuevas perspectivas. Estamos hablando de nuevas terapias, novedosos mecanismos de acción, terapias avanzadas, etc. Nos hallamos en los albores de una revolución biomédica extraordinaria y en los próximos años vamos a conocer una nueva forma de tratar la enfermedad y eso, sin duda, nos abrirá nuevas posibilidades para la humanidad”.