En 2019 la Asociación Médica Americana publicó un estudio en el que contaba que los niños menores de 6 años pasan unas 3 horas diarias ante la pantalla, el doble que hace 20 años. Eso significa que, antes de llegar a los 18, nuestros hijos habrán pasado el equivalente a 30 cursos escolares frente a las pantallas. La invitada de hoy en ‘Haciéndote Preguntas’, Catherine L’Ecuyer, estudia el efecto de las pantallas en el desarrollo de los niños. Su conclusión es clara: “La exposición a las pantallas en los niños de entre cero y dos años afecta al desarrollo neuronal de los niños. A esa edad su exposición debería ser cero”.
Los niños de hoy van a remolque de los estímulos frecuentes intermitentes que les proporcionan las pantallas, y Catherine L’Ecuyer estudia los efectos que este fenómeno tendrá en el desarrollo de los niños. Hoy responde a las inquietudes de nuestros entrevistadores en ‘Haciéndote Preguntas’.
Cuando Catherine L’Ecuyer era niña, le gustaba ver La abeja Maya. Recuerda cómo aquella abejita volaba en la pantalla de su televisor lentamente, de flor en flor, con su amigo Willy. Hoy dice haber visto con asombro la nueva versión de este antiguo dibujo animado. “Maya y Willy van a una velocidad vertiginosa”.
El motivo es que la industria del entretenimiento sabe que los niños están acostumbrados a ritmos cada vez más rápidos y necesitan competir con esos otros contenidos. “Por eso, cuando los niños pasan su atención de la pantalla al mundo real, todo les aburre, desde mirar las formas de las nubes hasta observar una fila de hormigas”.
Según esta doctora en Educación y Psicología, es importante que entre los 0 y los 2 años los niños no se expongan a las pantallas. Y entre los 2 y los 5, menos de una hora al día. Son dispositivos altamente adictivos porque introducen al niño en un ciclo de recompensa a través de la dopamina. “Lo que les ocurre a los niños ante ese estímulo es fascinación, no atención sostenida”, afirma.
“La atención es una actitud de descubrimiento y de apertura ante la realidad. Es la actitud activa del que formula preguntas, busca respuestas, está a la expectativa de lo que se encuentra sin ningún filtro. Al contrario, la fascinación es una actitud pasiva ante estos estímulos novedosos, frecuentes e intermitentes. Yo creo que la crisis educativa es, principalmente, una crisis de atención”, asegura Catherine L’Ecuyer.
De hecho, Steve Jobs no dejaba a sus hijos utilizar las pantallas. Mientras las empresas de Silicon Valley venden dispositivos a los colegios públicos, muchos directivos de esas mismas empresas prefieren que su prole se eduque lejos de ellos.
”Antes de los dos años, cero pantallas".
Catherine L’Ecuyer
Los efectos adversos de las pantallas no se circunscriben solo a la atención, también al ámbito personal de las relaciones. Un estudio realizado por YouGov en 2020 asegura que el 60% de los millennials se sienten solos. Quizá sea por las escasas relaciones reales que ellos mismos dicen cultivar. El 27% dijo que no tenía amigos cercanos y el 22% que, excluyendo a sus familiares y a su pareja, simplemente no tenía amigos. “Es muy paradójico pensar que alguien que tiene mil amigos en Facebook siente que no tiene ningún amigo en la vida real”, asegura L’Ecuyer.
La amistad de verdad supone conocerse mutuamente. Según esta estudiosa de la educación, “para eso hemos de compartir con el otro quiénes somos y, hoy en día, hay muchos adolescentes que tienen un concepto muy pobre de su identidad personal porque la mayoría de las experiencias que han tenido, han sido en el mundo digital. Ellos reducen su concepto de identidad personal a su huella digital. ¿Y quién puede tener una amistad de verdad con una huella digital?”
Acostumbrados a ese entorno, la realidad les abruma. Según L’Ecuyer, la realidad nos proporciona un análisis de nosotros mismos al que las pantallas no nos someten. “A la realidad no le podemos poner un filtro de Instagram, y por eso el mundo digital se convierte para esos jóvenes en un país de Nunca Jamás en el que no aprenden a gestionar relaciones interpersonales, resolver problemas o aceptarse a sí mismos tal y como son”. Hemos de explicar a nuestros jóvenes que no es lo mismo conectarse con el wifi que conectar humanamente.