Cañizares, ‘Cañete’ para muchos, es conocido por su carrera como jugador de la Selección Nacional, del Real Madrid, del Valencia y del Celta de Vigo. Aquel célebre portero de gesto tenso y pelo oxigenado es, con seguridad, menos conocido por su vida espiritual. Tras perder a su hijo Santi de cáncer con solo 5 años, se apoyó en su familia, en su fe y en el deporte para seguir adelante. Hoy continúa en la esfera pública como comentarista de fútbol y muestra su cara más personal en su canal de YouTube. Santiago Cañizares se sienta en las butacas de ‘Haciéndote Preguntas’ para hablar de deporte y arrojar una mirada trascendental sobre la vida.
Según la OMS, hay 1.400 millones de personas en el mundo que no hacen suficiente ejercicio físico, es decir, uno de cada cuatro habitantes de la tierra. Sin duda nuestro protagonista no forma parte de esa estadística. El deporte le acompaña desde que practicaba judo en el gimnasio de su padre, que era profesor de esta disciplina en Puertollano, Ciudad Real.
Probó con el tenis, el ciclismo (para el cual admite que no tenía grandes aptitudes) y el baloncesto. Finalmente, y como es bien sabido, encontró un camino deportivo de éxito como portero profesional en el Celta de Vigo, en el Valencia, en el Real Madrid y en la Selección Nacional. Como si no hubiera tenido bastante, tras colgar las botas, compitió también como piloto de ralis.
A sus 51 años, y ya retirado, el deporte sigue en los fundamentos de su vida. Hoy, en ‘Haciéndote Preguntas’, comparte con nuestros invitados su opinión sobre el valor de los coaches en el rendimiento deportivo, la relevancia de la deportividad, su faceta de youtuber, la fama, o cómo el deporte le ayudó en la pérdida de su hijo.
Tanto en su vida deportiva como en la personal, Cañizares ha tenido que lidiar con “importantes dientes de sierra”, según sus propias palabras. Jugó cuatro mundiales, en 1994, en 1998, en 2002 y en 2006. “En el único en que iba a ser titular, 2006, resulta que se me cae un bote de colonia y me corta un tendón. En vez de irme a jugar el mundial, me fui al hospital. Yo me quería morir. Ese momento fue muy duro.” De esa experiencia aprendió que, tanto en el deporte como en la vida, “lo más inteligente es minimizar los éxitos y los fracasos, tener un rumbo y poner todo tu esfuerzo en las cosas que sí estén en tu mano”.
”Cuando acaba el partido no hay nada por lo que competir, y en ese momento los valores habituales de la amistad, la concordia, el cariño y la admiración emergen”.
Santiago Cañizares
En 2001 se hicieron famosas las imágenes del portero del Bayern consolándole tras perder en los penaltis la final de la Champions League. Diez años más tarde, recuerda con cariño ese momento. “En mi generación teníamos mucho carácter y temperamento dentro del campo, pero sabíamos que la batalla terminaba cuando pitaba el árbitro. Cuando acaba el partido no hay nada por lo que competir, y en ese momento los valores habituales de la amistad, la concordia, el cariño y la admiración emergen”.
El deporte le alentó incluso en el momento más doloroso, la muerte de su hijo Santi a causa de un cáncer en 2018. “La pérdida de un hijo es difícil de superar, y a mí me ha ayudado mucho el hecho de ser una persona competitiva y fuerte y nunca dar un paso atrás”. Aunque su mayor alivio dice que fue la fe. “Esa fe que nosotros teníamos, y que seguimos teniendo, es el mayor consejo y el mayor consuelo que le puedes dar a una familia. Además, yo tengo una mejor relación con la muerte desde que sé que me reuniré con él. Es muy duro saber que vas a perder a tu hijo, pero también es muy gratificante pensar que la muerte no es el final, que se va a otro lugar probablemente mejor que este donde estamos”.
Hoy sigue aplicando sus aprendizajes como guardameta a su vida personal. Al igual que en la portería, trata de no subestimar ninguna situación por sencilla que parezca. “Porque todo en esta vida se puede complicar. Ser portero me ha ayudado a controlar mi ímpetu y mis nervios, y también a tomar decisiones bajo presión”, afirma.