Cuando a Marc Masip se le pregunta cuánto tiempo al día es recomendable jugar a videojuegos para un chaval de 15 años, su respuesta es contundente: “¿Cuántos cigarros son recomendables para tu hijo? ¿Y cuántos porros de marihuana?” Según la experiencia de este psicólogo experto en adicción a nuevas tecnologías, la única recomendación clínica posible es que no jueguen. “Puede parecer exagerado, pero estamos hablando de una adicción que la OMS ya cataloga como tal y que, además, es la primera causa de tratamiento psicológico entre los jóvenes, por delante de la anorexia y del consumo de psicotrópicos”.
El mundo de los videojuegos tiene jerga propia: F2P (Free to Play), P2W (Pay to Win), P2F (Pay to Fast), P2Pro (Pay to Progress). Familiarizarnos con estas siglas podría ayudarnos a conocer mejor el mundo en el que nuestros hijos navegan cuando están frente a la pantalla y el nivel de adicción al que se exponen. Estos términos gamers se refieren a las mecánicas de los juegos que les roban sus horas. Entre esas siglas se encuentran algunas de las más adictivas.
Por ejemplo, Pay to Win significa literalmente ‘pagar para ganar’. Es un tipo de juego en que el jugador puede adquirir elementos, como un arma muy poderosa o un coche más rápido, que no están disponibles para los jugadores que no pagan. De esa forma, el jugador que paga tiene una ventaja con respecto a los que no lo hacen. Son los llamados juegos freemium, en los que empezar a jugar es gratis, pero el jugador se ve incitado a hacer micropagos para mejorar sus resultados. Este término contrasta con los juegos premium en los que se compra el juego completo y se juega hasta el final. En la mecánica Pay to Fast, hay que pagar para avanzar más rápido. A efectos prácticos, un jugador que no paga podría conseguir lo mismo que el que paga, pero invirtiendo mucho más tiempo.
“Al final, el videojuego adictivo es el que no te levanta de la silla y el que te hace perder la noción del tiempo, o aquellos que penalizan dejar una partida a medias.
Evidentemente, el desarrollador de videojuegos busca que, cuanto más se juegue, mejor”, afirma Marc Masip, psicólogo experto en adicción a nuevas tecnologías y fundador del programa Desconecta. Según Masip, aunque no todos los videojuegos son nocivos, “desgraciadamente a los que más están jugando los chavales son los más adictivos, aquellos que te hacen estar más pendiente”.
España es el país de Europa con más adicción a los videojuegos. Doblamos la media europea de adicción adolescente con un 21,3%, cuando en Europa es de 12,7%, según los datos que maneja Masip.
Para el invitado de ‘Haciéndote Preguntas’ de esta semana, es verdad que existen videojuegos que pueden ser positivos. En su academia contra la adicción al videojuego, permiten jugar a los chicos con síndrome de Asperger o con trastorno de déficit de atención e hiperactividad. “Es una forma extraordinaria de sociabilizar por las dificultades de este tipo de pacientes. Pero una realidad a la que no podemos darle la espalda es que los videojuegos que se consumen son los más adictivos”.
”“No todos los videojuegos son nocivos pero se está jugando a los peores.”
Marc Masip
Diversos estudios determinan que entre el 9% y el 23% de los jóvenes españoles juega a diario, aumentando la proporción durante el fin de semana. El tiempo dedicado a los videojuegos aumenta con la edad, hasta las 6,2 horas de media a la semana. En 2017 se alcanzaron ya los 15,8 millones de videojugadores en España.
El perfil es un 56% hombres y un 44% mujeres, y se concentra mayoritariamente entre los 6 y los 34 años, destacando especialmente los usuarios adolescentes o pre-adolescentes de entre 11 y 14.
En el terreno de la prevención, una medida efectiva es fomentar que los jóvenes utilicen las pantallas en las zonas comunes y no en su habitación o en el baño, sitios con intimidad y privacidad a los que los padres no tienen acceso para su supervisión.
En caso de detectar que nuestro hijo es adicto, lo que recomienda el experto es tratar de profundizar en por qué pasa tanto tiempo en las pantallas, qué necesita o qué está tratando de suplir. Además, es esencial fomentar alternativas al juego.
“Cuando nosotros éramos jóvenes, lo mejor que nos podía pasar era que nuestros padres nos dejaran estar un rato más en la calle. Ahora lo que está sucediendo es que los padres se sorprenden porque sus hijos no salen de casa porque se quedan ahí conectados”, concluye Masip.