Isabel Antúnez dejó hace tres años la dirección de una gran empresa para ponerse al frente de la fundación benéfica Nadiesolo. Se encarga de la gestión de más de 2.000 voluntarios que anualmente acompañan a más de 60.000 personas de edad avanzada en situación de soledad, en riesgo de exclusión, ingresadas en un hospital o con discapacidad intelectual. La ilusión de un abuelo o la alegría en los ojos de un enfermo son su mejor premio.
Una mujer mayor que vivía sola, no se arreglaba y tenía la televisión puesta todo el día, empezó a pintarse los labios cuando voluntarios de la fundación benéfica Nadiesolo empezaron a visitarla. Ese gesto de coquetería fue la confirmación de que el acompañamiento y la escucha son fundamentales para el bienestar del ser humano. “El día más importante de la semana es el que venís a verme porque siento que le importo a alguien”. La frase que les dijo a los voluntarios explica perfectamente el objetivo de la fundación que dirige Isabel Antúnez. Es una organización que crea programas de voluntariado para acompañar a personas solas en riesgo de exclusión, de edad avanzada, ingresadas en un hospital o con discapacidad intelectual.
Antúnez se siente una más de los 2.000 voluntarios que desarrollan su labor en Nadiesolo ayudando a 60.000 personas distribuidas entre Madrid, La Rioja y Castilla y León. El trabajo le aporta una gran satisfacción. Formada como ingeniera de caminos y especializada en estrategia empresarial, dirigió Acciona Inmobiliaria hasta que, hace tres años, dio un golpe de timón para embarcarse en la fundación benéfica. “Las personas mayores sienten que los voluntarios les dan la vida. Los abuelos cuentan la historia como una película basada en hechos reales en la que ellos son los protagonistas”.
Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020, uno de cada cuatro hogares de España estaba compuesto por una sola persona. Una cifra que ha aumentado un 2% con respecto a 2019. Además, el 70,9% son mujeres y de ellas, el 43,6% tiene más de 65 años. En términos globales, casi cinco millones de personas viven solas en nuestro país. En concreto, 4.849.900.
En Nadiesolo son conscientes de que las cifras de soledad están subiendo, por lo que han reforzado sus programas de voluntariado. Ya lo hicieron durante el confinamiento. Antúnez lo sabe porque, más allá de su trabajo en la gestión de la ONG, se encargó personalmente de hacer y llevar la compra a varias personas en Madrid: “Las cifras de soledad en España se han disparado con el Covid”. Nos cuenta un caso de los cientos que han vivido en el que la hija de una mujer de más de 70 años se puso en contacto con la fundación para pedir ayuda. Estaba desesperada. Su madre estaba sola y tenía problemas de movilidad. Todos sus hijos vivían fuera de la capital y no podían desplazarse por la alerta sanitaria. La directora de Nadiesolo se ocupó personalmente. Además de la compra, hablaba con ella y se interesaba por sus problemas. Esa es la esencia de esta ONG.
”La cara de ilusión que ponen las personas a las que acompañamos es mi mayor premio"
Isabel Antúnez
“La cara de ilusión que ponen las personas a las que acompañamos es mi mayor premio”. Así explica Antúnez lo que le aporta su trabajo en una red que es cada vez más grande gracias a la solidaridad. El aumento del voluntariado es positivo, pero las ganas de ayudar deben ser canalizadas por una organización como Nadiesolo para que sean efectivas. “Hay que respetar las decisiones de las personas sobre cómo quieren vivir siempre que se valgan por sí mismas. Las hay que necesitan estar en su casa y con sus cosas. También hay que evitar infantilizar a los mayores, debemos tratarles con respeto”.
La directora de Nadiesolo anima a la sociedad a aportar su granito de arena por un mundo mejor. Una hora del tiempo de cualquier persona le puede alegrar la vida a otra que esté viviendo una de las caras más amargas de la vida, la soledad.